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Han
tenido que transcurrir cerca de doscientos años para que esta obra,
un clásico de la literatura de viajes, viera la luz en su traducción
al castellano.
Las
idas y venidas del capitán de ingenieros Rochfort Scott por nuestro
suelo, durante el período comprendido entre 1822 y 1834, el año en
que muere Fernando VII, proporcionó materia más que suficiente a
este miembro de la guarnición de Gibraltar para conformar un relato
que se hace imprescindible, tanto para los amantes de la buena
literatura como para los que quieran ampliar sus conocimientos sobre
la Andalucía de la época.
Humor,
aventuras sin cuento, drama, miserias y denodadas heroicidades
impregnan un texto que no rehúye ningún ambiente social -pueblo y
nobleza, a veces enfrentados, a veces de la mano-, ni la crítica, ni
el elogio de los andaluces de las montañas de Ronda y Granada,
verdaderos protagonistas del libro. Una delicia que atrapa y subyuga
en todos y en cada uno de sus capítulos.
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Este
es, quizá, el libro de uno de los últimos románticos. Plenamente
identificado con aquel espíritu, el autor se ha introducido en el
complejo mundo de las serranías rondeñas para plasmar todas sus
sensaciones, tras captar todo el “efluvio cósmico” que expele
esta comarca y la ciudad que la preside, el mismo que atrapara a
tantos y tantos viajeros en los siglos anteriores, en cuyas
apreciaciones no duda en basar su obra. En realidad, a pesar de que
ya no es posible aquella aventura, aquel deseo de pisar la última
montaña refugio, este volumen posee, desde el primer capítulo, esa
misma admiración, esa misma sorpresa, porque se ha escrito sin tener
en cuenta el tiempo.
Esta
especie de ucronía, este intento de un viaje en un tiempo que ya no
es el que fue, y en un mundo que no es el que era, se salda con unos
pasajes emotivos, en los que se mezclan sin cesar la descripción
académica y el afán de enseñar, con la construcción poética, en
tres grandes apartados: la ciudad de Ronda, que no es aquí la ciudad
soñada, sino un lugar que se sueña y se construye interiormente a
través de sus caminos; el Genal, universo de arboledas, en sus
cuatro estaciones (incluyendo esa “primavera de cobre” que viste
al otoño más meridional de Europa); y el complejo y variadísimo
Guadiaro, que se recorre en ferrocarril, desde las agrestes e
insólitas calizas de Líbar hasta las areniscas de las tierras
gaditanas, con sus oquedades, sus desfiladeros y ese “bosque
infinito” que ocupa el mayor alcornocal del planeta.
Estamos,
pues, ante la emoción y la sumisión en un territorio
exhaustivamente recorrido, apasionadamente vivido, intensamente
amado. Romanticismo en pleno siglo XXI y Geografía de la Percepción
en su más estricto sentido. Un libro para viajar leyendo, un libro
para leer viajando, el último a partir del viejo “Camino Inglés”
que consagraran aquellos hombres y alguna mujer que llegaron hasta
aquí en busca de la última frontera de Europa.
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Desde
ciertas esferas urbanas se ha entendido la figura del bandolero como
un salteador de caminos que, bajando de la sierra, se acercaba al
llano para, como si del más desvergonzado delincuente se tratara,
“aligerar” de peso las bolsas de los sorprendidos viajeros que
por allí pasaban. El fenómeno se interpretaba así como un
componente pintoresco, casi exclusivo, de sociedades rurales
atrasadas, con difíciles comunicaciones y con escasa presencia de la
autoridad policial.
Sin
embargo, visto el asunto desde el interior de estas abruptas
serranías, donde la mentalidad mayoritaria justifica, aún hoy en
día, muchos de los actos que abocaron al bandolerismo (resistirse
violentamente a pagar impuestos abusivos, robar a quien robaba,
castigar al delator, agredir al capataz despótico o aplicar la
propia e inapelable justicia), la cuestión toma un cariz bien
distinto.
La
imagen del bandolero que no teme a nada ni a nadie, que se “echa a
la sierra” asociándose con ella en íntima complicidad; que se
enfrenta a los injustos poderes públicos a pecho descubierto; esa es
la imagen que ha calado hondo en el sentir popular, hasta el punto de
extender la cuestión con verdadero respeto y, en algunos casos, con
una pizca de veneración.
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Son muy bonitos. Yo tengo algunos de esta editorial, pero estos no.La serranía de Ronda da para mucho.
ResponderEliminarSaludos
Al ver las ilustraciones, pienso cómo serían los viajes por esa zona.
EliminarSaludos.
Lucía.
Tengo algunos marcapáginas de esta editorial, al igual que Pini, pero estos no los conocía.
ResponderEliminarMuy interesante el poner el mps y la portada del libro.
Un abrazo.
Justa
He encontrado las portadas de los libros tan atractivas, que me he animado a publicarlas.
EliminarGracias por tu comentario.
Un abrazo.
Lucía.
Preciosos , preciosos. Es muy interesante divulgar los libros de viajes. Se aprende muchísimo . Bsts. La bordadora.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con tu comentario.
EliminarBesos.
Lucía.