Marcapáginas magnético.
Anverso y reverso
Detalle de Santa Justa y Rufina 1665 - 66. ( La representada en el anverso, es Santa Justa ).
Óleo sobre lienzo 200 x 176 cm.
Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Justa y Rufina fueron dos hermanas, nacidas en Sevilla bajo el
dominio romano; Justa en 268 y Rufina en 270, de modesta familia de
cristianos clandestinos dedicados al oficio de la alfarería. En estos tiempos, las hermanas dedicaban su tiempo a ayudar al
prójimo y al conocimiento del Evangelio.
Era costumbre celebrar una vez al año una fiesta en honor a Venus en
la que se rememoraba el fallecimiento del admirado Adonis. Se
recorrían las calles de la ciudad pidiendo limosnas para la fiesta.
En cierta ocasión, los seguidores de Venus llegaron a casa de Justa
y Rufina solicitando el dinero correspondiente, pero las hermanas se
negaron a pagarlo por ser el fin de éste contrario a su fe, y no
sólo esto sino que decidieron hacer añicos la figura de la diosa
entre ambas, provocando de esta manera el enfado general de las
devotas que se lanzaron hacia ellas.
El prefecto de Sevilla, Diogeniano, mandó encarcelarlas, animándolas
a abandonar sus creencias cristianas si no querían ser víctimas del
martirio.2 Las santas se negaron a pesar de las amenazas. Sufrieron
el tormento del potro para a continuación ser torturadas con garfios
de hierro. Diogeniano esperaba que el trato que se le daba sería
suficiente para que renunciaran a su fe, ellas aguantaron todo.
Viendo que no surtió efecto el castigo las encerró en una tenebrosa
cárcel donde sufrirían las penalidades del hambre y la sed.
Estoicamente sobrevivieron a su condena, por lo que fueron castigadas
de nuevo, esta vez debían caminar descalzas hasta llegar a Sierra
Morena. Tuvieron la suficiente fuerza para conseguir el objetivo.
Viendo que nada las vencía mandó encarcelarlas hasta morir, la
primera en fallecer fue Santa Justa, su cuerpo lo tiraron a un pozo,
recuperado poco tiempo después por el obispo Sabino.
Una vez que hubo acabado con la vida de Justa, Diogeniano creyó que
Rufina sucumbiría a sus deseos con más facilidad, pero no lo
consiguió, y decidió acabar con su vida de la forma más lúgubre
en aquellos tiempos, la llevó al anfiteatro y la dejó a expensas de
un león para que la destrozase. La bestia se acercó y lo más que
hizo fue mover la cola y lamer sus vestiduras como haría un animal
de compañía. El Prefecto no aguantó más, la mandó degollar y
quemar su cuerpo. Nuevamente tras este hecho el obispo Sabino recogió
los restos y la enterró junto a su hermana en el año 287.
Por tan cristiana acción, fueron canonizadas. Se les nombró
Patronas de Sevilla, y de los gremios de alfareros y cacharreros.
También son veneradas como patronas de otras localidades, por
ejemplo Orihuela, donde la leyenda cuenta que las santas se
aparecieron en forma de dos luceros sobre la sierra de Orihuela tras
la conquista cristiana sobre los musulmanes. También son patronas de
Payo de Ojeda en Palencia, de la ciudad conquense de Huete y de
Maluenda, en la provincia de Zaragoza.
Fuente: Wikipedia
Hola Lucía.
ResponderEliminarEn la entrada del Palacio de Dueñas, ya te había comentado que me traía muchos recuerdos de cuando era niña.
He encontrado el libro...Viejo, viejito, pero he vuelto a leer la historia...
Muy bonito el marcapáginas y la obra en una entrada especial, como siempre.
Un abrazo.
Mª Luisa
Qué bueno saber, que hayas encontrado el libro que tantos recuerdos te traían. Me alegro mucho y espero que lo hayas disfrutado.
EliminarGracias por tu comentario.
Un abrazo.
Lucía.
Me encanta esta entrada. Es evidente el por qué.
ResponderEliminarBiquiños
No sabes cuánto me alegra, que te haya gustado esta entrada.
EliminarMuchas gracias por el comentario.
Biquiños, también para ti.
Lucía.